Se
trata de un libro extraño que, sin embargo, encierra en su seno interesantes
mensajes y enseñanzas. Más allá de los detalles sobre los efectos físicos y
mentales de determinadas sustancias
psicotrópica, es interesante reparar en los mensajes morales y espirituales que
se transmiten a lo largo del texto, de principio a fin.
Castaneda a través de sus experiencias nos pone
en el texto en duda el concepto de realidad y nos hace ver que la realidad
consiste en simples descripciones del mundo, que generamos nosotros mismos como
observadores sobre la base de nuestras creencias personales y culturales. Por
otra parte, no intenta desmontar la visión del mundo “real” o hacerlo
inconsistente, sino mostrar la consistencia de la visión mágica del mundo, su
coherencia de acuerdo con una forma de cognición concreta. Por ello nos hace
llegar poco a poco su aceptación de la existencia de otra realidad distinta a
la descripción inicial del mundo y se abre a las creencias y pensamiento de Don
Juan como un sistema de conocimiento coherente.
Pero la
riqueza del libro también se aprecia en sus prólogos y así, en los prólogos de
Octavio Paz y W. Goldsmith éstos nos aportan algunas ideas de alto valor:
· Las drogas, las prácticas
ascéticas y los ejercicios de meditación no son fines sino medios. Si el medio
se vuelve fin se convierte en agente de destrucción. El resultado no es la
liberación interior sino la esclavitud, la locura y no la sabiduría, la
degradación y no la visión.
· Para ver la “otra realidad” hay que dudar de la realidad que
vemos con los ojos. Es necesario
recuperar la visión directa del mundo (superando el falso concepto de
separación, o los de verdadero-falso, real-ilusorio, bonito-feo, bueno-malo,…)
que en el pasado tuvimos pero que perdimos y que nos hizo perder el “poder que
une al que mira con aquello que mira”. Es necesario recuperar la visión
unitaria del mundo y para recuperar la vista es necesario dejar de mirar exclusivamente
con los ojos para empezar a mirar con todo nuestro ser, entrando de ese modo en
un orden de realidad diferente por completo. (texto mío de síntesis a partir de
reflexiones de O. Paz, W. Goldsmith y C.Castaneda).
· La crítica de la “realidad” de este mundo y del yo la hizo mejor que
nadie hace dos siglos, David Hume (Treatise
of human nature): nada cierto podemos
afirmar del mundo objetivo y del sujeto que lo mira, salvo que uno y otro son
haces de percepciones instantáneas e inconexas ligadas por la memoria y la
imaginación. El mundo es imaginario, aunque no lo sean las percepciones en que,
alternativamente, se manifiesta y disipa..//.. “cuando veo esta mesa y esta
chimenea, lo único que se me hace presente son determinadas percepciones
particulares, que son de naturaleza semejante a las de todas las demás
percepciones… cuando vuelvo mi reflexión sobre mí mismo, no puedo jamás
percibir este “yo mismo” sin alguna o algunas percepciones ni puedo percibir
nada más que las percepciones. Es pues la composición de éstas lo que forma al
yo”.
· La crítica del ”yo” mediante el escepticismo racional la hizo Hume, lo
que no es sino lo que hacen los budistas respecto del mundo y del lugar donde
ha de encontrarse el “yo”, llevándoles por reducción al absurdo hasta la
vacuidad. El humor es una forma
socialmente aceptable de escepticismo. La función del humor es la de romper
la visión cotidiana de la realidad, trastornar nuestras percepciones y
sensaciones, aniquilar nuestros endebles razonamientos, arrasar nuestras certidumbres
para así permitir el afloramiento de la otra
realidad. El humor nos ayuda a parar
el mundo.
· El concepto de parar el mundo
es introducido por D. Juan y Octavio Paz debe ser entendido como el proceso de suspender
nuestros juicios y opiniones sobre la realidad. Acabar con el “esto” y el
“aquello”, el sí y el no, alcanzar ese estado dichoso de imparcialidad
contemplativa a que han aspirado todos los sabios.
· Experimentando otros mundos podemos ubicar el nuestro en su valor
justo y de ese modo capacitarnos para ver fugazmente cómo debe ser, de hecho,
el mundo real (W. Goldsmith).
En la parte del prólogo, o comentarios introductorios, escritos por el propio Carlos Castaneda treinta años después (en 1998) de la publicación del libro está toda la raíz del mensaje que se desea transmitir aunque no todas las citas de mayor interés del libro. Por su interés comprensivo, reproducimos casi textualmente este prólogo de C. Castaneda, que hemos tomado de la tercera reimpresión de la segunda edición (año 2002). En letra de menor tamaño inserto aquella parte de, para mí, menor valor:
“Las enseñanzas de don Juan: una forma yaqui
de conocimiento” se publicó por primera vez en 1968 (primera edición en español
en 1974). En ocasión del trigésimo año de su publicación, me gustaría hacer
algunas aclaraciones acerca de la obra misma y formular algunas conclusiones
generales con respecto al tema del libro, a las que he llegado tras años de
esfuerzos serios y consistentes.
[El libro fue el
resultado de un trabajo antropológico de campo que realicé en el estado de
Arizona, EUA, y en el estado de Sonora, México. Cuando me encontraba dedicado a
cursar mis estudios de graduado en el Depto. de Antropología de la Universidad
de California, LA, por casualidad conocí a un viejo chamán, un indio yaqui del
estado de Sonora, México. Su nombre era Juan Matus.
Consulté a
varios profesores del Depto. De Antropología acerca de la posibilidad de hacer
trabajo de campo antropológico sirviéndome del viejo chamán como informante
clave. Cada uno de esos profesores trató de disuadirme basándose en su
convicción de que antes de pensar en hacer trabajo de campo tenía que darle
prioridad a los cursos de requisito académico en general, y a las formalidades
de mis estudios de graduado, tales como los exámenes escritos y orales. Los
profesores tenían toda la razón. No tenían que persuadirme para que atendiera
la lógica de sus consejos.
Había, sin
embargo, un profesor, el doctor Clemente Meigham, que abiertamente incitó mi
interés en hacer trabajo de campo. Es a él a quien debo dar crédito total por
haberme inspirado a llevar a cabo la investigación antropológica. Fue el único
que me impulsó a sumergirme tan profundamente como pudiera en la posibilidad
que se había abierto para mí. Su exhortación se basaba en su experiencia
personal en el trabajo de campo como arqueólogo. Me dijo que lo que había
descubierto a través de su trabajo era que el tiempo apremiaba y que quedaba
muy poco antes de que áreas de conocimiento enormes y complejas, alcanzadas por
culturas en declinación, se perdieran para siempre bajo el impacto de la
tecnología y las corrientes de filosofías modernas. Me dio como ejemplo el
trabajo de algunos antropólogos conocidos de fines del siglo XIX y principios
del siglo XX, quienes coleccionaron datos etnográficos sobre las culturas
indígenas americanas de las llanuras, o de California, tan rápido y tan metódicamente
como fuera posible. Su prisa era justificada, porque dentro de una generación
las fuentes de información acerca de la mayoría de esas culturas indígenas
fueron arrasadas, sobre todo entre las culturas indígenas de California.
Al mismo tiempo
que ocurría lo anterior, tuve la buena suerte de tomar clases con el profesor
Harold Garfinkel, del Depto. de Sociología de la UCLA. Él me proveyó con el
paradigma etnometodológico más extraordinario, en el cual las acciones
prácticas de la vida cotidiana eran tema auténtico para el discurso filosófico,
y cualquier fenómeno que se encontrara bajo investigación debía ser examinado
bajo su propia luz, y de acuerdo a sus reglas y consistencias propias. Si había
algunas leyes o reglas a establecer, éstas tendrían que ser propias al fenómeno
mismo. Por lo tanto, las acciones prácticas de los chamanes, vistas como un
sistema coherente con sus propias reglas y configuraciones, eran tema digno de
una investigación seria. Tal investigación no tenía que ser sometida a teorías
elaboradas a priori, ni a comparaciones con el material obtenido bajo los auspicios
de un fundamento filosófico diferente.
Bajo la
influencia de estos dos profesores, me involucré profundamente en mi trabajo de
campo. Las dos fuerzas que me impulsaban, que venían de mi contacto con estos
dos hombres, eran: que le quedaba muy poco tiempo a los procesos de pensamiento
de las culturas indígenas americanas antes de que todo se perdiera en el
revoltijo de la tecnología moderna; y que el fenómeno bajo observación, sea lo
que fuere, era un tema genuino para la investigación y merecía el mayor esmero
y seriedad de mi parte.
Me sumergí tan
profundamente en mi trabajo de campo que estoy seguro de que, en última
instancia, desilusioné a la misma gente que me patrocinaba. Terminé en un campo
que era tierra de nadie. No era tema de la antropología o la sociología, la
filosofía o la religión. Había seguido las reglas y las configuraciones propias
del fenómeno, pero no había tenido la capacidad de salir a la superficie en un lugar
seguro. En consecuencia, arriesgué mi esfuerzo total al caerme de las escalas
académicas apropiadas, las que miden su valor o carencia de él.]
La descripción irreductible de
lo que realicé en mi trabajo de campo consistiría en decir que el chamán yaqui
don Juan Matus me introdujo en la cognición
de los chamanes del México antiguo. Por
cognición, se entienden los procesos responsables de la conciencia de la vida
cotidiana, procesos que incluyen la memoria, la experiencia, la percepción y el
uso experto de cualquier sintaxis dada. El concepto de cognición era, en
ese momento, el obstáculo más poderoso para mí. Era inconcebible para mí, como hombre
intelectual de Occidente, que la cognición, tal como la define el discurso
filosófico de nuestro tiempo, pudiera ser algo más que un asunto homogéneo y omniabarcante
para la totalidad de la humanidad. El hombre occidental está dispuesto a
considerar diferencias culturales que explicarían maneras singulares de
describir fenómenos, pero las diferencias culturales no podrían explicar que
los procesos de la memoria, la experiencia, la percepción y el uso experto de
la lengua fueran distintos a los procesos que conocemos. En otras palabras, para el hombre occidental sólo existe la
cognición como un grupo de procesos generales.
No obstante, para los videntes
del linaje de don Juan existe la cognición del hombre moderno y existe la cognición
de los chamanes del México antiguo. Don Juan consideraba a estos dos como
mundos enteros de la vida cotidiana, que eran intrínsecamente distintos el uno del
otro. En un momento dado, y sin que me diera cuenta, mi tarea cambió
misteriosamente de la mera recopilación de datos antropológicos a la internalización de los nuevos procesos cognitivos del mundo de los
chamanes.
La genuina internalización de tales conceptos implica una
transformación, una respuesta distinta al mundo cotidiano. Los chamanes descubrieron que el impulso inicial de esta
transformación siempre ocurre como una alianza intelectual a algo que parece
ser un mero concepto, pero que tiene poderosas e insospechadas corrientes de
fondo. Esto fue mejor descrito por don Juan cuando dijo:
“El
mundo de todos los días jamás puede tomarse como algo personal que tiene poder
sobre nosotros, como algo que puede crearnos o destruirnos, porque el campo de
batalla del hombre no está en su lucha con el mundo que lo rodea. Su campo de batalla está
sobre el horizonte, en un área que es impensable para el hombre común, el área
donde el hombre deja de ser hombre”.
Él explicó esas aseveraciones diciendo que era energéticamente
imperativo para los seres humanos darse cuenta de que lo único que importa es
su encuentro con el infinito. Don Juan no pudo reducir el término
infinito a una descripción más manejable. Dijo que era energéticamente
irreducible. Era algo que no podía personificarse y a lo que ni siquiera podía aludirse,
salvo en términos tan vagos como Lo Infinito.
Poco sabía yo en ese tiempo que
don Juan no me estaba dando solamente una descripción intelectual atractiva; me
estaba describiendo algo que él llamaba un hecho
energético. Para él, los hechos energéticos eran las conclusiones a las que
él y los otros chamanes de su linaje llegaron al involucrarse en una función
que llamaban ver: el acto de percibir energía directamente
como fluye en el universo. La
capacidad de ver energía de esta manera es uno de los puntos culminantes del chamanismo.
Según don Juan Matus, la tarea
de acomodarme dentro de la cognición de los chamanes del México antiguo se llevó
a cabo de una manera tradicional, es decir, que lo que me hizo fue lo que se le
había hecho a todo chamán iniciado a
través del tiempo.
La internalización
de los procesos de un sistema cognitivo diferente siempre empezaba llamando la atención
total de los chamanes iniciados a darse cuenta de que somos seres que vamos a
morir. Don Juan y los otros chamanes de su linaje creían que la comprensión
total de este hecho energético, esta verdad irreducible, conduciría a la
aceptación de la nueva cognición.
El resultado final que los
chamanes como don Juan Matus buscaban para sus discípulos era darse cuenta de algo
que por su sencillez es tan difícil de lograr: que somos, de hecho, seres que
vamos a morir. Por lo tanto, la
verdadera lucha del hombre no está en la lucha con su prójimo, sino con el
infinito, y esto ni siquiera es una lucha; es, en esencia, un asentimiento.
Voluntariamente tenemos que
asentir con el infinito. En la descripción de los videntes, nuestras vidas se originan en el infinito y
terminan donde tuvieron origen: en el infinito.
La mayor parte de los procesos
que he descrito en mi obra publicada tenía que ver con el vaivén de mi persona
como ser socializado bajo el impacto de nuevos fundamentos. En la situación de
mi trabajo de campo, lo que ocurría era algo más urgente que una mera invitación
a internalizar los procesos de esa nueva cognición chamánica; era un mandato.
Después de años de lucha por mantener intactos los límites de mi persona, estos
límites cedieron.
Luchar por conservarlos era un
acto sin sentido, visto a la luz de lo que don Juan y los chamanes de su linaje
querían hacer. Era, sin embargo, un acto muy importante a la luz de mi
necesidad, que era la necesidad de toda persona civilizada: mantener los límites
del mundo conocido.
Vieron que la energía inanimada
no tiene conciencia. Para los chamanes,
la conciencia es una condición vibratoria de la energía animada. Don Juan
dijo que los chamanes del México antiguo fueron los primeros en ver que todos los
organismos de la Tierra son poseedores de energía vibratoria. Los
llamaron seres orgánicos, y vieron
que es el propio organismo el que establece la cohesión y los límites de tal
energía. Vieron también que existen conglomerados de energía animada vibratoria
que tienen cohesión propia, libre de las ataduras de un organismo. Los llamaron
seres inorgánicos, y los
describieron como cúmulos de energía cohesiva, invisible al ojo humano, una
energía que es consciente de sí misma y que posee una unidad determinada por
una fuerza aglutinante diferente a la fuerza aglutinante de un organismo.
Los chamanes del linaje de don
Juan vieron que la condición esencial de la energía animada, orgánica o inorgánica, es convertir la energía del
universo en general en datos sensoriales. En el caso de los seres orgánicos,
estos datos sensoriales son a su vez transformados en un sistema de
interpretación, en el cual se clasifica la energía en general y se asigna una
respuesta dada a cada clasificación, cualquiera que ésta sea. La aseveración de
los videntes es que, en el reino de los seres inorgánicos, los datos sensoriales
en que los seres inorgánicos transforman la energía en general deben ser, por
definición, interpretados por ellos en cualquier forma, por incomprensible que
sea.
De acuerdo con la lógica de los
chamanes, en el caso de los seres
humanos, el sistema para interpretar los datos sensoriales es su cognición.
Sostienen que la cognición humana puede
ser interrumpida temporalmente, ya que es simplemente un sistema de taxonomía,
en el que las respuestas han sido clasificadas junto con la interpretación de
datos sensoriales. Cuando ocurre esta interrupción, afirman los videntes que la
energía puede ser percibida directamente como fluye en el universo. Los
videntes describen el percibir energía directamente como si diera el efecto de
verla con los ojos, aunque los ojos intervienen sólo en forma mínima.
Percibir energía directamente les permitió a los chamanes del linaje
de don Juan ver a los seres humanos como conglomerados de campos de energía,
que tienen la apariencia de esferas luminosas. El observar a los seres humanos
de tal forma, les permitió a aquellos chamanes llegar a conclusiones
energéticas extraordinarias. Notaron que cada una de esas esferas luminosas
está conectada individualmente a una masa energética de proporciones
inconcebibles que existe en el universo; una masa a la que llamaron el oscuro
mar de la conciencia. Observaron que
cada esfera individual está unida al mar oscuro de la conciencia en un punto
que es aún más brillante que la misma esfera luminosa. Estos chamanes llamaron
a ese punto de unión el punto de encaje porque observaron que es en
ese lugar donde ocurre la percepción. El flujo de la energía en general se
convierte, en ese punto, en datos sensoriales, y esos datos son entonces interpretados
como el mundo que nos rodea.
Cuando le pedí a don Juan que me
explicara cómo ocurría este proceso de convertir el flujo de energía en datos
sensoriales, me contestó que lo único que los chamanes saben al respecto es que
la inmensa masa de energía llamada el oscuro mar de la conciencia les proporciona
a los seres humanos todo lo necesario para producir esta transformación de
energía en datos sensoriales, y que tal proceso jamás podría ser descifrado
debido a la vastedad de esa fuente original.
Lo que descubrieron los chamanes
del México antiguo cuando enfocaron su ver en el oscuro mar de la conciencia
fue la revelación de que todo el cosmos está compuesto por filamentos luminosos
que se extienden infinitamente. Los chamanes los describen como filamentos
luminosos que se dirigen en todas direcciones sin jamás tocarse el uno al otro.
Vieron que son filamentos individuales y que, sin embargo, se agrupan en masas
de tamaño inconcebible.
Aparte del oscuro mar de la
conciencia, otra de tales masas de filamentos que observaron los chamanes y que
les gustó por su vibración era algo que llamaron intento, y al acto de
cada chamán de enfocar su atención en tal masa le llamaron intentar. Vieron que
el universo entero era un universo de intento, y para ellos el intento era el
equivalente de inteligencia. Por lo tanto, el universo era, para ellos, un
universo de inteligencia suprema. La conclusión a la que llegaron y que se
convirtió en parte de su mundo cognitivo fue que la energía vibratoria,
consciente de sí misma, era en extremo inteligente. Vieron que la masa de intento
en el cosmos era responsable de todas las mutaciones posibles, todas las
variaciones posibles que ocurrieron en el universo, no a causa de circunstancias
ciegas y arbitrarias, sino debido al intentar ejecutado por la energía
vibrante, al nivel del flujo de la energía misma.
Don Juan señaló que en el mundo
de la vida cotidiana los seres humanos utilizan el intento y el intentar en la
forma en que interpretan al mundo. Don Juan, por ejemplo, me alertó sobre el
hecho de que mi mundo cotidiano no
estaba regido por mi percepción sino por la interpretación de mi percepción.
Me dio como ejemplo el concepto de universidad, que en aquel momento era un
concepto de suprema importancia para mí. Dijo que universidad no era algo que
pudiera percibir con mis sentidos, porque ni mi vista, ni mi sentido del oído,
ni mi sentido del gusto, ni mi sentido del tacto o del olfato me daban idea
alguna acerca de universidad. Universidad ocurría únicamente en mi intentar, y
para construirla allí tenía que hacer uso de todo lo que sabía como persona civilizada,
de manera consciente o subliminal.
El hecho energético de que el
universo está compuesto por filamentos luminosos dio origen a la conclusión de los
chamanes de que cada uno de esos filamentos que se extienden infinitamente es
un campo de energía. Observaron que los filamentos luminosos o, más bien, campos
de energía de tal naturaleza, convergen en y pasan a través del punto de
encaje. Dado que se determinó que el tamaño del punto de encaje era equivalente
al de una pelota de tenis, sólo un número finito aunque extremadamente grande
de campos de energía converge en y pasa a través de ese punto.
Cuando los videntes del México
antiguo vieron el punto de encaje descubrieron el hecho energético de que el impacto
de los campos de energía que pasan a través del punto de encaje era
transformado en datos sensoriales; datos que luego eran interpretados como la cognición del mundo de la vida cotidiana.
Aquellos chamanes explicaron la
homogeneidad de cognición entre los seres humanos por el hecho de que el punto
de encaje de toda la raza humana está localizado en el mismo lugar en las
esferas energéticas luminosas que somos: a la altura de los omóplatos, a la
distancia de un brazo tras ellos y contra el borde de la esfera luminosa.
Su ver-observar del punto de
encaje llevó a los videntes del México antiguo a descubrir que el punto de encaje cambiaba de posición bajo
condiciones de sueño normal, o de extrema fatiga, o de enfermedad, o por la
ingestión de plantas psicotrópicas. Aquellos chamanes vieron que cuando el
punto de encaje estaba en una nueva posición, un haz diferente de campos de energía
pasaba a través de él, forzando al punto de encaje a convertir esos campos de
energía en datos sensoriales, y a interpretarlos, dando como resultado un
verdadero mundo nuevo a percibir. Aquellos chamanes sostuvieron que cada mundo
nuevo que surge de tal manera es un mundo omniabarcante, diferente al mundo cotidiano,
pero extremadamente parecido a él por el hecho de que uno podría vivir y morir
en él.
Para los chamanes como don Juan
Matus, el ejercicio más importante de intentar implica el movimiento volitivo
del punto de encaje para alcanzar puntos predeterminados en el conglomerado
total de campos de energía que compone al ser humano, es decir, que a través de
miles de años de indagación los videntes del linaje de don Juan descubrieron
que existen posiciones claves dentro de la totalidad de la esfera luminosa que
es un ser humano, donde se puede situar el punto de encaje y donde el bombardeo
resultante de los campos de energía sobre él puede producir un mundo nuevo
completamente verdadero. Don Juan me aseguró que era un hecho energético que la
posibilidad de viajar a cualquiera de esos mundos, o a todos ellos, es el
legado de todo ser humano. Dijo que esos mundos estaban allí para ser
interrogados, como preguntas que en ocasiones están rogando ser formuladas, y
que todo lo que el vidente o el ser humano necesitaban para alcanzarlos era intentar
el movimiento del punto de encaje.
Otro asunto relacionado con el
intento pero transpuesto al nivel del intentar universal, era, para los
chamanes del México antiguo, el hecho energético de que el universo mismo continuamente nos empuja, tira de nosotros y nos
pone a prueba. Para ellos, era un hecho energético que el universo en general
es predatorio al máximo, pero no predatorio en el sentido en que entendemos el
término: el acto de saquear o robar, o de herir o explotar a los demás en
provecho propio. Para los chamanes del
México antiguo, la condición predatoria
del universo quería decir que el intentar del universo es estar constantemente
poniendo a prueba a la conciencia. Vieron que el universo crea un número
inconcebible de seres orgánicos y un número inconcebible de seres inorgánicos.
Al ejercer presión sobre todos ellos, el universo los fuerza a acrecentar su
conciencia, y de esta forma el universo trata de hacerse consciente de sí
mismo. En el mundo cognitivo de los chamanes, por ende, la conciencia es la cuestión
final.
Don Juan Matus y los chamanes de
su linaje consideraban a la conciencia como el acto de estar deliberadamente
consciente de todas las posibilidades perceptivas del ser humano, no sólo de
las posibilidades perceptivas dictadas por cualquier cultura dada, cuyo papel
parece ser el de restringir la capacidad perceptiva de sus miembros. Don Juan sostenía
que el hecho de soltar o liberar el total de la capacidad perceptiva de los
seres humanos no interferiría en forma alguna con su conducta funcional. De
hecho, la conducta funcional se convertiría en un asunto extraordinario, puesto
que adquiriría un valor nuevo. Bajo estas circunstancias, función se transforma
en una necesidad de lo más exigente. Libre de idealidades y de pseudometas, el hombre
sólo tiene a la función como su fuerza guiadora. Los chamanes le llaman esto impecabilidad.
Para ellos, ser impecable significa
hacer todo lo mejor que uno pueda, y un tanto más. Derivaron función a
partir de ver energía directamente como fluye en el universo. Si la energía fluye de cierta manera, el seguir
del flujo de la energía es, para ellos, ser funcional. Función, por ende,
es el común denominador por medio del cual los chamanes se enfrentan a los
hechos energéticos de su mundo cognitivo.
El ejercicio continuo de todas
las unidades de la cognición de los chamanes les permitió a don Juan y a todos
los chamanes de su linaje llegar a conclusiones energéticas extrañas que a
primera vista parecen ser pertinentes sólo a ellos y a sus circunstancias personales,
pero que al ser examinadas minuciosamente podrían aplicarse a cualquiera de
nosotros. Según don Juan, la culminación de la búsqueda de un chamán es algo
que él consideraba el hecho energético más esencial, no sólo para los videntes,
sino para cada ser humano sobre la Tierra. Lo llamaba el viaje definitivo.
El viaje definitivo es la
posibilidad de que la conciencia individual, acrecentada hasta el límite por la
adherencia del individuo a la cognición de los chamanes, pudiera mantenerse más
allá del punto en que el organismo es capaz de funcionar como una unidad cohesiva,
es decir, más allá de la muerte. Esta conciencia trascendental fue comprendida
por los chamanes del México antiguo como la posibilidad de que la conciencia de
los seres humanos fuera más allá de lo conocido para llegar, de esta forma, al
nivel de la energía que fluye en el universo. Para los chamanes como don Juan
Matus su búsqueda consistía en llegar a ser, al final, un ser inorgánico, es
decir, energía consciente de sí misma, actuando como una unidad cohesiva, pero
sin un organismo. Llamaron a este aspecto de su cognición libertad total, un
estado en el que existe la conciencia, libre de las imposiciones de la
socialización y de la sintaxis.
Estas son las conclusiones
generales que se han extraído a partir de mi inmersión en la cognición de los
chamanes del México antiguo. Años después de la publicación de Las enseñanzas
de don Juan: una forma yaqui de conocimiento me di cuenta de que lo que don
Juan me había ofrecido era una revolución cognitiva total. En mis obras
subsiguientes he tratado de dar una idea de los procedimientos para efectuar
esta revolución cognitiva. En vista de que don Juan me estaba familiarizando
con un mundo vivo, los procesos de cambio en tal mundo nunca cesan. Las conclusiones,
por lo tanto, son sólo dispositivos mnemotécnicos o estructuras operacionales
que sirven como trampolines para saltar hacia nuevos horizontes de cognición.”
Como
ya he afirmado antes, el resto del texto contiene citas de alto valor tanto
moral como social y/o espiritual, motivo por lo cual seguidamente recojo
aquellas que me han resonado de forma especial:
· Ante la sentencia del
protagonista de que “Saber es poder”, D. Juan afirma taxativamente “¡No!. El poder depende de la clase de saber
que se tenga. ¿De qué sirve saber cosas que no valen la pena?
· Ante la insistencia del
protagonista de que quería aprender sobre el uso y efectos del peyote, D. Juan
le insiste en que no quiere enseñarle porque “…no conoces tu corazón, Lo importante es que sepas exactamente por qué
quieres comprometerte”. Nota: Obviamente esta afirmación es de sumo interés
hacérsela uno mismo antes de dejarse llevar por emociones, luchas o
discusiones.
· Nada en este mundo es un regalo: todo cuanto se tenga que aprender
deberá aprenderse por el camino difícil. Nota: yo personalmente no mantengo esta
postura aunque sí con el hecho de que todo requiere una decisión y un esfuerzo
constante. El sufrimiento es una emoción que añadimos nosotros al proceso de
aprendizaje. De hecho esta cita puede ser malinterpretada si su consideración
no es efectuada a la luz de loe más adelante se dirá respecto de la toma de
“caminos con corazón”. Si el aprendizaje no es un “camino con corazón” será un
camino de sufrimiento.
· El aprender es la tarea más difícil que un hombre puede echarse encima. Nota: Estoy de acuerdo siempre
que se entienda el concepto de “difícil” como exigencia de constancia, de
priorización, de aceptación de lo que se descubra aunque rompa nuestras
creencias anteriores
· El hombre vive sólo para aprender. Y si aprende es porque ésa es la
naturaleza de su suerte, para bien o para mal.
· No hay nada malo en tener miedo. Cuando uno teme ve las cosas de forma
distinta.
· El miedo es el primer enemigo natural que un hombre debe derrotar en
el camino del saber. Además tú eres curioso. Eso compensa. Y aprenderás a pesar
tuyo: ésa es la regla.
· Eres persona seria, pero tu seriedad está ligada a lo que tú haces, no
a lo que pasa fuera de ti. Te ocupas demasiado de ti mismo. Ese es el problema.
Y eso produce una tremenda fatiga. Para resolver esto… busca y ve las
maravillas que te rodean. Te cansarás de mirarte a ti mismo, y el cansancio te
hará sordo y ciego a todo lo demás.
· Un hombre va al saber como a la guerra. Bien despierto, con miedo, con
respeto y con absoluta confianza. Ir en cualquier otra forma al saber o a la
guerra es un error, y quien lo cometa vivirá para lamentar sus pasos. Nota: la “lucha” la “guerra”
contra la ignorancia propia es algo que requiere valor porque te aleja
completamente de tu situación de confort, que no es sino la de tus creencias.
· Un “aliado” es un poder que un hombre puede traer a su vida para que
lo ayude, lo aconseje y le dé la fuerza necesaria para ejecutar acciones,
grandes o pequeñas, justas o injustas. Nota: Es obvio que bajo esta denominación
caben los santos, la idea de Dios y, en el mejor de los casos, la fe en uno
mismo.
· Uno no se enoja con la gente cuando siente que sus actos son
importantes. Nota:
Al sabio nada le enoja porque nada de lo que le pueda hacer un ser humano le
parece lo suficientemente importante como para enojarse por ello.
· Un hombre de conocimiento (a esto presta mucha atención D. Juan) es alguien que ha seguido de verdad las
penurias de aprender. Un hombre que, sin apuro, sin vacilación ha ido lo más
lejos que puede en desenredar los secretos del poder y el conocimiento. Para
que un hombre pueda volverse “hombre de conocimiento” debe desafiar y vencer a
sus cuatro enemigos naturales. Cualquiera puede tratar de llegar a ser “hombre
de conocimiento”; muy pocos llegan a serlo, pero eso es natural. Los enemigos
que un hombre encuentra en el camino para llegar a ser un hombre de
conocimiento son de veras formidables, de verdad poderosos; y la mayoría se pierde.
Ser “hombre de conocimiento” no tiene permanencia. Uno no es nunca en realidad
“hombre de conocimiento”. Más bien, uno se hace “hombre de conocimiento” por un
instante muy corto, después de vencer a los cuatro enemigos naturales.
· Y ante la insistente pregunta
del protagonista respecto de cuáles son los cuatro enemigos de poder, D. Juan
dice lo siguiente (y esta, para mí, es una de las mayores revelaciones de este
libro):
“Cuando un hombre empieza a
aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es deficiente; su
intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de
los trabajos que cuesta aprender.
Pero uno aprende así, poquito a
poquito al comienzo, luego más y más. Y sus pensamientos se dan de topetazos y
se hunden en la nada. Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía. Y así se
comienza a tener miedo. El conocimiento no es nunca lo que uno se espera. Cada
paso del aprendizaje es un atolladero, y el miedo que el hombre experimenta
empieza a crecer sin misericordia, sin ceder. Su propósito se convierte en un
campo de batalla.
"Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡el
miedo! Un enemigo terrible: traicionero y enredado como los cardos. Se
queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando. Y si el hombre,
aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su
búsqueda."
−
¿Qué le pasa al hombre si corre
por miedo?
−
Nada le pasa, sólo que jamás
aprenderá. Nunca llegará a ser hombre de conocimiento. Llegará a ser un maleante,
o un cobarde cualquiera, un hombre inofensivo, asustado; de cualquier modo,
será un hombre vencido. Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias.
−
¿Y qué puede hacer para superar
el miedo?
−
La respuesta es muy sencilla. No
debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a él debe dar el siguiente paso
en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo,
pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! y llega un momento en que su primer
enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de si. Su propósito se
fortalece. Aprender no es ya una tarea aterradora.
"Cuando llega ese momento
gozoso, el hombre puede decir sin duda que ha vencido a su primer enemigo
natural."
−
¿Ocurre de golpe, don Juan, o
poco a poco?
−
Ocurre poco a poco, y sin
embargo el miedo se conquista rápido y de repente.
−
¿Pero no volverá el hombre a
tener miedo si algo nuevo le pasa?
−
No. Una vez que un hombre ha
conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio
del miedo ha adquirido la claridad: una claridad de mente que borra el miedo. Para
entonces, un hombre conoce sus deseos; sabe cómo satisfacer esos deseos. Puede
prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo rodea todo.
El hombre siente que nada está oculto, "Y así ha encontrado a su segundo enemigo: ¡la claridad! Esa claridad de mente, tan difícil de obtener,
dispersa el miedo, pero también ciega.
"Fuerza al hombre a no
dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje,
porque todo lo que ve lo ve con claridad. Y tiene valor porque tiene claridad,
y no se detiene en nada porque tiene claridad. Pero todo eso es un error; es
como si viera algo claro pero incompleto. Si el hombre se rinde a esa ilusión.
de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se
apurará cuando debía ser paciente, o será paciente cuando debería apurarse. Y
tonteará con el aprendizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más.
−
¿Qué pasa con un hombre
derrotado en esa forma, don Juan? ¿Muere en consecuencia?
−
No, no muere. Su segundo enemigo
nomás ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de conocimiento; en vez
de eso, el hombre puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la
claridad que tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y
miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada.
−
Pero ¿qué tiene que hacer para
evitar la derrota?
−
Debe hacer lo que hizo con el
miedo: debe desafiar su claridad y usarla sólo para ver, y esperar con paciencia
y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar, sobre todo, que su
claridad es casi un error. Y vendrá un momento en que comprenda que su claridad
era sólo un punto delante de sus ojos. Y así habrá vencido a su segundo
enemigo, y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo. Esto no será un
error ni tampoco una ilusión. No será solamente un punto delante de sus ojos.
Ése será el verdadero poder.
"Sabrá entonces que el
poder tanto tiempo perseguido es suyo por fin. Puede hacer con él lo que se le
antoje. Su aliado está a sus órdenes. Su deseo es la regla. Ve claro y parejo
todo cuanto hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡el poder!
"El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente,
lo más fácil es rendirse; después de todo, el hombre es de veras invencible. Él
manda; empieza tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es
el amo del poder.
"Un hombre en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se
cierne sobre él. Y de pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su
enemigo lo habrá transformado en un hombre cruel, caprichoso."
Nota: Cuando el poder que surge de
la ausencia de miedo y de la claridad íntima de cómo funcionan las cosas no
está moderado por la compasión que surge
del sentimiento de unidad con todo lo que a uno le rodea (camino del corazón),
entonces surgen los peores perseguidores que puedan existir porque ven con
extraordinaria claridad cómo imponerse y usar a los demás. No ha aprendido que
el poder que ha hallado sólo tiene sentido si lo usa en beneficio de los demás,
de todo el universo. Por tanto, y tal y como seguidamente se nos dirá, la
obtención del poder exige renovar la atención en nosotros mismos en ver con
claridad la motivación de nuestros actos y en convocar al juicio del corazón.
−
¿Perderá su poder?
−
No, nunca perderá su claridad ni
su poder.
−
¿Entonces qué lo distinguirá de
un hombre de conocimiento?
− Un hombre vencido por el poder
muere sin saber realmente cómo manejarlo. El poder es sólo una carga sobre su
destino. Un hombre así no tiene dominio de si mismo, ni puede decir cómo ni cuándo
usar su poder.
−
La derrota a manos de cualquiera
de estos enemigos ¿es definitiva?
− Claro que es definitiva. Cuando
uno de estos enemigos vence a un hombre, no hay nada que hacer.
−
¿Es posible, por ejemplo, que el
hombre vencido por el poder vea su error y se corrija?
−
No. Una vez que un hombre se
rinde, está acabado.
−
¿Pero si el poder lo ciega
temporalmente y luego él lo rechaza?
− Eso quiere decir que la batalla
sigue. Quiere decir que todavía está tratando de volverse hombre de
conocimiento. Un hombre está vencido sólo cuando ya no hace la lucha y se abandona.
− Pero entonces, don Juan, es
posible que un hombre se abandone al miedo durante años, pero finalmente lo conquiste, aprender y no volverá a hacer la prueba. Pero
si trata de aprender durante años, en medio de su miedo, terminará
conquistándolo porque nunca se habrá abandonado a él en realidad.
−
¿Cómo puede vencer a su tercer
enemigo, don Juan?
− Tiene que desafiarlo, con toda
intención. Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que aparentemente ha
conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe tenerse a raya a todas horas,
manejando con tiento, y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede ver que, sin
control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores,
llegará a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuándo usar
su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo.
"El hombre estará, para entonces, al fin de su travesía por el
camino del conocimiento, y casi sin advertencia tropezará con su último enemigo: ¡la vejez! Este enemigo es el más cruel de todos, el único al que no
se puede vencer por completo; el enemigo al que solamente podrá ahuyentar por
un instante.
"Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no
tiene claridad impaciente; un tiempo en que todo su poder está bajo control,
pero también el tiempo en el que siente un deseo constante de descansar. Si se
rinde por entero a su deseo de acostarse y olvidar, si se arrulla en la fatiga,
habrá perdido el último asalto, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura
vieja. Su deseo de retirarse vencerá toda su claridad, su poder y su
conocimiento.
"Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta
el final, puede entonces ser llamado hombre de conocimiento, aunque sea tan
sólo por esos momentitos en que logra ahuyentar al último enemigo, el enemigo
invencible. Esos momentos de claridad, poder y conocimiento son
suficientes."
· ¿Qué es una verdadera vida don
Juan?.... Aquella que se vive con la certeza nítida de estar viviéndola; una
vida buena, fuerte.
La segunda gran “idea fuerte” de este libro
radica en la naturaleza de los caminos que tomamos a lo largo de la vida:
· La [yerba del diablo] es sólo un
camino entre cantidades de caminos. Cualquier cosa es un camino entre
cantidades de caminos. Por eso debes tener siempre presente que un camino es
sólo un camino; si sientes que no deberías seguirlo, no debes seguir en él bajo
ninguna condición. Para tener esa claridad debes llevar una vida disciplinada.
Sólo entonces sabrás que un camino es nada más un camino, y no hay afrenta, ni
para ti ni para otros, en dejarlo si eso es lo que tu corazón te dice. Pero tu
decisión de seguir en el camino o de dejarlo debe estar libre de miedo y de
ambición. Te prevengo. Mira cada camino de cerca y con intención. Pruébalo
tantas veces como consideres necesario. Luego hazte a ti mismo, y a ti solo, una
pregunta. Es una pregunta que sólo se hace un hombre muy viejo. Mi benefactor
me habló de ella una vez cuando yo era joven, y mi sangre era demasiado
vigorosa para que yo la entendiera, Ahora sí la entiendo. Te diré cuál es:
¿tiene corazón este camino? Todos los caminos son lo mismo: no llevan a ninguna
parte. Son caminos que van por el matorral. Puedo decir que en mi propia vida
he recorrido caminos largos, largos, pero no estoy en ninguna parte. Ahora
tiene sentido la pregunta de mi benefactor, ¿Tiene corazón este camino? Si
tiene, el camino es bueno; si no, de nada sirve. Ningún camino lleva a ninguna
parte, pero uno tiene corazón y el otro no. Uno hace gozoso el viaje; mientras
lo sigas, eres uno con él. El otro te hará maldecir tu vida. Uno te hace
fuerte; el otro te debilita.
Nota:
En otro lugar del libro vuelve sobre el tema del “camino del corazón” con el
siguiente razonamiento:
− Yo digo que es inútil
desperdiciar la vida en un solo camino, sobre todo si ese camino no tiene
corazón.
−
Pero, ¿cómo sabe usted cuándo no
tiene corazón un camino, don Juan?
− Antes de embarcarte en cualquier
camino tienes que hacer la pregunta: ¿tiene corazón este camino? . Si la
respuesta es no, tú mismo lo sabrás, y deberás entonces escoger otro camino.
−
Pero ¿cómo sé de seguro si un
camino tiene corazón o no?
− Cualquiera puede saber eso. El
problema es que nadie hace la pregunta, y cuando uno por fin se da cuenta de
que ha tomado un camino sin corazón, el camino está ya a punto de matarlo. En
esas circunstancias muy pocos hombres pueden pararse a considerar, y más pocos
aún pueden dejar el camino.
−
¿Cómo debo proceder para hacer
la pregunta apropiada, don Juan?
−
Pregunta nada más.
−
Lo que quiero decir es si hay un
método indicado para que yo no me mienta a mí mismo y crea que la respuesta es
sí cuando en realidad es no,
−
¿Por qué habrías de mentir?
−
Tal vez porque en el momento el
camino es agradable y me gusta.
− Esas son tonterías. Un camino
sin corazón nunca es disfrutable. Hay que trabajar duro tan sólo para tomarlo.
En cambio, un camino con corazón es fácil: no te hace trabajar por tomarle
gusto.
…//…
Para escoger un camino debes
estar libre de miedo y de ambición
El deseo de aprender no es
ambición -dijo-. El querer saber, es nuestro destino como Hombres
El camino sin corazón se vuelve
contra los hombres y los destruye.
· Muchas cosas pueden volver loco
a un hombre, sobre todo si no tiene la decisión, el propósito necesario para
aprender; pero cuando un hombre posee una intención clara y recia, los
sentimientos no resultan en modo alguno un obstáculo, pues es capaz de
controlarlos.
(Nota: he adaptado los tiempos verbales para una mejor comprensión).
·
Ante la insistencia del protagonista respecto de si estaba en el buen
camino y de cual de sus dos mundos era
el correcto (el mostrado en los momentos trascendentes inducidos por las drogas
y el del día a día) y cual debía ser el curso de su vida, don Juan responde:
Piensas que hay dos mundos para
ti -dijo- : dos caminos. Pero nada más hay uno. El protector (se refiere a Mescalito, una
droga) te enseñó esto con claridad
increíble. El único mundo a tu disposición es el mundo de los hombres, y de ese
mundo no te puedes salir. ¡Eres un hombre! El protector te enseñó el mundo de
la felicidad, donde no hay diferencias porque no hay nadie que pregunte por las
diferencias. Pero ése no es el mundo de los hombres. El protector te sacó de él
y te enseñó cómo piensa y lucha un hombre. ¡Ese es el mundo del hombre! Y ser
hombre es estar condenado a ese mundo. Eres vanidoso, crees que vives en dos
mundos, pero eso es pura vanidad. Hay un solo mundo para nosotros. Somos
hombres, y debemos estar conformes con el mundo de los hombres.
En la segunda parte del libro (“El orden
operativo”), C. Castaneda ya no refiere a D. Juan sino que hace un resumen de
lo que las enseñanzas del citado don Juan le han llevado a aprender. Se trata
así de un intento de revelar la cohesión interna y la fuerza lógica de las
enseñanzas de Don Juan. Asimismo Castaneda organiza todo lo aprendido en
conceptos y subconceptos jerarquizados que contienen un orden y una estructura coherentes,
de modo que se descubran las estructuras cognitivas implícitas en el relato. Por
eso no concuerdan exactamente algunos conceptos con los anteriormente citados.
Por su interés comprensivo recojo las partes que creo que más afectan a nuestra
alma de caminantes:
Hombre de conocimiento
Castaneda a este respecto nos dice que don
Juan le declaró desde el principio que la
meta de sus enseñanzas era “enseñar” cómo llegar a ser un “hombre de
conocimiento”. Castaneda también nos indica que para él era obvio que
convertirse en hombre de conocimiento era una meta operatoria y, que, por ello,
el apreciaba la existencia en las enseñanzas de don juan de un “orden
operatorio” que sólo era vislumbrable a la luz del objetivo buscado. Por ello
Castaneda nos hace llegar el resultado de su reflexión al respecto, según la
cual siete eran los conceptos que habían de ser considerados para entender el
de “hombre de conocimiento”:
1. Llegar a ser “hombre de conocimiento” es asunto de aprendizaje (aprender es la única forma de
llegar a ser un “hombre de conocimiento”, el resultado final de un proceso, no
una adquisición inmediata a través de un acto de gracia otorgado por poderes
sobrenaturales)
2. Un “hombre de conocimiento” posee intención rígida (es la consecuencia de ejecutar
voluntariamente el procedimiento necesario para llevar a cabo el aprendizaje,
con esfuerzo, rectitud de juicio y de acuerdo con unas reglas)
3. Un “hombre de conocimiento” posee claridad de mente (con sentido de dirección
adaptándose a las circunstancias pero sin perder el rumbo prefijado por el
objetivo buscado)
4. Llegar a ser un “hombre de conocimiento” es el resultado de una labor
esforzada (el
esfuerzo es necesario para sobreponerse a las vicisitudes del camino y avanzar
por él con eficacia, lo que puede considerarse como un profundo estado de fe
bajo el cual se acepta el desafío y todas las vicisitudes que conlleva)
5. Un “hombre de conocimiento” es un guerrero (la idea de guerrero comprende
cuatro características que han de ser aplicadas en el proceso de aprendizaje
(1) respeto (2) miedo (3) atención (4) confianza. Respecto del miedo esto no
quiere decir que se avance con miedo sino que un guerreo debe ser consciente de
su miedo para que enfrentándose a él pueda conquistarlo)
6. Llegar a ser “hombre de conocimiento” es una labor incesante (no acababa nunca porque en
última instancia el último enemigo es la propia vejez mental, que te lleva a
abandonar el camino)
7. Un “hombre de conocimiento” debía tener un aliado (entendido éste concepto como
un “poder capaz de transportar al hombre
más allá de sus propios límites”). Nota: la confianza en uno mismo es el
mejor aliado que pueda uno tener en el camino del conocimiento pero hay mucha
gente que pone su confianza en otros aliados como en la idea de Dios, en los
ángeles custodios, en algún maestro, o en la vida misma notando que ésta te
guía de forma clara.
Juan I. Fernández-Golfín Seco
Octubre 2012
Octubre 2012