Los razonamientos que surgen
al leer El camino del Zen de Alan
Wats
El
sentido de la vista nos ofrece una interesante analogía para entender la forma en la que el ser humano se aproxima a la comprensión de los
hechos de la vida.
Los
seres humanos tenemos dos formas de visión: la visión central y la periférica.
La visión central es usada para la realización de trabajos precisos mientras
que la periférica, al ser mucho menos focalizada, es la que nos permite la
visión nocturna y tomar nota de forma subconsciente de los objetos en
movimiento que no se hallan en la línea directa de nuestra visión central.
Hay una
analogía, y una relación, directa entre la visión central y el pensamiento
consciente y entre la visión periférica y el mundo del inconsciente y el
subconsciente.
Cuando
queremos comprender algo focalizando en él tanto nuestra visión central como
nuestro pensamiento consciente y lineal intentamos recabar, procesar y
clasificar datos del objeto. Este pensamiento y forma de mirar los objetos
absolutamente lineal (de hecho es el origen de nuestra concepción del tiempo)
se asemeja a como si para conocer todo lo que hay dentro de una habitación a
oscuras fuésemos enfocando con una linterna por todas partes y anotando
mentalmente lo que vemos hasta hacernos una idea mental del contenido global.
A través de la visión periférica llegamos a la noción de realidad a través de un proceso temporal y lineal de
toma y procesamiento de datos.
Por
tanto, apreciamos claramente que a través de nuestro sistema de visión central recabamos, procesamos y pensamos linealmente y este, y
no otro, es el origen de nuestra forma de ver y experimentar el tiempo.
Por dicho motivo cada uno de nosotros nos sentimos en el momento presente como
herederos del tiempo, de nuestro tiempo, de nuestras vivencias momentáneas y pasadas. De
alguna forma decimos que nuestro “yo” se construye paso a paso a través de
nuestras experiencias, con la contribución necesaria de la variable tiempo.
El
método científico, tan querido y valorado por el mundo occidental, no es sino
una exaltación de esto que venimos diciendo ya que sistematiza la toma de datos
como paso previo al juicio y posterior confirmación de este tras una nueva toma
de datos. De alguna forma el método científico nos viene a decir que solo la experiencia temporal
y lineal encerrada en el sistema de “prueba y error” puede llevarnos a la
verdad.
En el
mundo occidental todo es fruto del bucle observación-pensamiento-clasificación
según convención. Así aprendemos qué es el ruido y qué la música, que es una
palmada cariñosa y qué una agresión o qué es el orden y qué el caos.
Hasta
ahora vemos que en el mundo occidental prima la visión centralizada y el
pensamiento asociado a ella. Pero el otro tipo de visión, la periférica,
también hace acto de presencia pues es la que practican, por ejemplo, los
artistas. Así un artista puede ver formas de alta belleza allí donde un
ingeniero sólo ve estructuras ya que aquellos son capaces de darse cuenta de
relaciones entre los componentes que no se revelan a estos últimos. Un ejemplo
de esto lo tenemos también en la lectura de planos, actividad en la que muchos
se pierden y otros son capaces de “leer” el terreno.
Un
nivel de visión periférica superior a la media suele llevar a su portador a un
nivel también superior de corazonadas e intuiciones, que en definitiva no son
sino las llamadas de nuestro subconsciente que nos revelan un proceso interno
basado en una forma no consciente de sentir la vida y sus relaciones y no una
forma de brujería o de iluminación. Estas corazonadas e intuiciones son siempre
vistas con enorme aprensión en el mundo occidental, no habiendo sido pocos los
que fueron quemados o ajusticiados por no haber sido capaces de justificar
adecuadamente el origen de sus conocimientos.
El
occidental parece estar siempre insatisfecho con el mundo que observa porque ha
perdido en gran medida su capacidad de sentirlo, de "verlo" realmente. Cuando ama a alguien no se
conforma con amar sino que necesita saber porqué ama y para ello observa y
analiza focalizadamente al objeto de su amor para, posteriormente, pensar los
resultados, de forma que cuando la bioquímica de la relación deja de enturbiar
al consciente aparecen los reproches y
las rupturas, basadas en el análisis del “yo te doy”-“tu me debes dar”.
Aunque
esta forma de mirar la vida nos ha permitido a los occidentales alcanzar altas
metas tecnológicas y científicas, sin embargo, nos ha hecho incrédulos,
insensibles, insolidarios e incapaces de sentir que todo lo que vemos y
experimentamos es consecuencia de una forma de ver, que todo es consecuencia de
las relaciones y que nada tiene existencia intrínseca, es decir, existencia por
sí mismo (Nota: aquí os recomiendo leer la entrada sobre Mecánica cuántica en este mismo blog).
El
hombre oriental, aunque cada vez más contaminado por el occidental, hace un
mejor uso de la visión periférica y de su forma de pensar y sentir asociadas.
Su forma de escribir, su arte, su tradición espiritual así lo atestiguan.
Así, en
el mundo oriental, junto al Confucionismo, que se ocupa del lenguaje y la
educación convencionales para conseguir un orden social en el que impere la
paz; existe el Taoísmo, que trata de reparar el necesario daño infringido al
"niño" al obligarle a adoptar reglas de comportamiento basadas en la convención. Este proceso de reparación lo lleva a cabo el Taoísmo
a través de interesar al hombre por el conocimiento no convencional ni local,
por comprender la vida directamente sin prestar atención a los productos
lineales del pensamiento consciente.
Por eso
el occidental ha hecho del orden su noción moral y lógica (es Dios el origen
del orden y de la lógica del mundo que vemos) y el oriental distingue entre la
noción de orden social (base del confucionismo) y la de “Absoluto” (base del
Taoísmo).
Por eso
en occidente han existido tantas guerras de religión y en oriente no. En
occidente la lucha contra un orden social establecido (a menudo representado
por un reino a cuyo frente se encontraba un rey “por la gracia de Dios”) se
convertía en la lucha contra el orden moral (léase religión) que lo sustentaba
(recordemos cuantos reyes europeos eran coronados por los papas, cuantas
guerras se hicieron contra herejes y cuantos reyes crearon sus propias
religiones). En Oriente, por el contrario, la lucha contra un orden social
establecido no implicaba lucha alguna contra el moral que, en la mayoría de los
casos, era compartido.
Todo lo
anterior pone en evidencia que el mundo occidental tiene una visión
fundamentalmente creacionista y que esta es la base de las religiones
judeo-cristianas, mientras que el oriental posee una visión más relacionista,
base de las filosofías y religiones orientales. Es la visión del mundo como "resultado
de la creación" frente a la visión del mundo como "resultado del crecimiento", de
las relaciones.
Hay un
ejemplo tonto de esta diferencia. Para Occidente un puño sería algo concreto y
definible, para oriente sería nada más que la consecuencia de cerrar la mano.
Así entenderemos el dicho taoísta de “¿Qué
es del puño cuando abres la mano?”.
Todo
esto nos lleva a comprender por qué el taoísmo y las relaciones ocultas puestas
claramente de manifiesto en los experimentos de la Física Cuántica locales (las
“acciones fantasmales” de Einstein), son de casi imposible comprensión por
parte del modo lineal de observar y pensar del ser humano occidental. Simple y llanamente van en contra de su noción de realidad.
Pero si lo pensásemos con un poco de atención nos daríamos cuenta que los resultados puestos de manifiesto por los experimentos de la Física Cuántica nos
deberían enfrentar a los occidentales a una contradicción con nuestra concepción lógica del mundo y deberían llevarnos a vislumbrar que en la tramoya del teatro de la vida hay
muchísimo más de lo que podemos y estamos preparados a aceptar como consecuencia de nuestra "forma de ver".
La
mente del hombre occidental está literalmente bloqueada procesando los millones
de bits de información procedentes de su visión central de la vida, de su
observación y escrutinio. Este bloqueo mental es el principal freno al
afloramiento de subconsciente (y de su forma holística y relacional de entender
la vida), el cual solo puede expresarse en estas condiciones a través de las
emociones. Por eso el hombre occidental es un enfermo emocional ya que su mundo
emocional trata de revelarse ante la incomprensión vital en la que el hombre vive.
En este
estado de cosas la herramienta de la meditación, al concentrar toda la visión
local en algo muy concreto y reducir con ello el volumen de información a
procesar, libera grandes recursos en la mente que ahora podrán ponerse al
servicio del inconsciente y de la visión periférica de la vida, equilibrando de
ese modo el mundo emocional, que ya no tendrá que ser la expresión del
desequilibrio.
De esta
forma, meditar y prestar atención a lo que se siente en cada momento de la vida
(lo cual es expresión de la confrontación con el inconsciente) son las mejores
estrategias evolutivas del ser humano occidental.
Una
advertencia final: no se puede consultar al oráculo de nuestro conocimiento más
profundo (las intuiciones) sin efectuar una preparación previa, especialmente
si uno vive inmerso en una realidad agitada que le envuelve y arrastra. Esperar
que la intuición aflore en una mente carente de serenidad es algo absolutamente
disparatado. Por eso Krishnamurti hace una reiterada llamada a la necesidad de
parar la mente como medio de que aflore la realidad más profunda.
El Tao,
el “proceso”, el “camino”, es una expresión de esta apertura serena, relajada,
espontánea y no consciente a la vida de la que nada se espera pero en la que
todo está.
Por eso el Tao se define a sí mismo como “algo
confuso e impreciso en cuyo interior hay imágenes y cosas confusas e imprecisas
que llevan a un extraordinario poder mental muy real que aporta confianza".
Juan Ignacio Fernández-Golfín Seco
Noviembre 2012
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